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MONSEÑOR STANOVNIK

Solemnidad de Nuestra Señora del Rosario - Homilía

Corrientes, Iglesia Catedral, 7 de octubre de 2023

Nuestra Señora del Rosario ostenta el doble título de fundadora de la Ciudad de Corrientes y Patrona de nuestra Iglesia catedral. Las generaciones que nos precedieron la veneraron como tal, acudiendo a ella para agradecer, y para pedir protección y fortaleza ante las dificultades. Honrar esa memoria significa que estamos dispuestos a recrearla permanentemente, a cuidarla y transmitirla a las generaciones futuras con los valores esenciales que nosotros hemos recibido. Para ello es necesario prestar atención y estar dispuesto a escuchar. Por eso el lema que iluminó la novena y esta fiesta dice así: “Con María del Rosario aprendemos a escuchar, discernir y misionar”.

En tiempos de crisis y de profundos cambios que estamos viviendo, es de suma importancia la memoria de los valores esenciales sobre los que fuimos construyendo nuestra identidad como pueblo creyente y peregrino, amante de la Virgen y junto a Ella, de la Cruz de los Milagros, ambos signos presentes en el acto fundacional de nuestra ciudad. En ellos se concentran los grandes valores que nos permiten saber quiénes somos y, por consiguiente, también qué debemos hacer. Para ello, detengámonos un momento ante la hermosa imagen de Nuestra Señor del Rosario, y preguntémonos cuál es el mensaje que Ella nos deja para vivir mejor y más unidos, deseo con el que nacemos y que nos acompaña a lo largo de toda la vida.

Una primera mirada a la imagen de nuestra celestial patrona capta al niño que sostiene en sus brazos y el rosario que envuelve sus manos. El Niño Jesús y el Rosario. Ahí está el mensaje que estamos llamados a descifrar y es, precisamente eso, lo que desea Nuestra Señora para cada uno de nosotros: que sepamos discernir e interpretar esos dos signos, como lo hizo Ella. Es verdad que el rosario es allí un elemento anacrónico, porque la Virgen no rezaba el rosario porque es una oración que surgió varios siglos después. Lo que sí existía en el transcurso de su vida son los misterios que hoy nosotros meditamos cuando rezamos esa hermosa oración. Conocer ese mensaje, aprender a escucharlo, y discernir con Ella, es la clave para descubrir la misión y así vivir más plenamente. Veamos por qué.

María vivió su vida orientada hacia Dios. Esa orientación no la dejó enajenada, fuera de la realidad, al contrario, la comprometió profundamente con la historia de los hombres. En el Evangelio que hemos proclamado (cf. Lc 1,26-38), la vemos abierta a Dios y a su propuesta. No entiende, pero confía; pregunta, pero no se cierra: acepta la misión. Es una mujer que escucha, no se empeña en su proyecto personal, se abre y se pone al servicio. La primera actitud para poder caminar junto con otros es escuchar. Por eso, la Iglesia nos pide que pensemos de nuevo que significa hoy una Iglesia sinodal que escucha, que es capaz de colocarse en el lugar del otro, aun cuando el otro sea diferente, piense distinto y viva de otra manera.

Junto con la capacidad de escuchar, que se necesita para caminar juntos, es discernir. María, así como lo meditamos en los misterios gozosos del Santo Rosario, supo discernir lo que viene de Dios y lo que podría porvenir de sus propios gustos. Ella no se empeñó en llevar adelante el hermoso proyecto que soñaba junto con José. Supo hacer silencio y estar abierta a lo que Dios quería de ella y no lo que ella quería para sí misma. Por eso, a pesar de no entender y de tener que renunciar a lo que más deseaba, María dijo: “Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí lo que has dicho”. María escuchó, supo discernir el mayor bien, y así se dispuso toda entera para la misión. José, por su parte, hizo lo mismo.

Escuchar a Dios y responderle con todo el corazón, trae consigo alegría y paz, esos frutos del Espíritu Santo que nos abren a los otros y hace posible una verdadera amistad entre las personas. Allí está también la fuerza de la misión. Somos misión cuando escuchamos, somos también misión cuando discernimos. Este profundo anhelo de plenitud que tenemos todos, se hizo realidad en María, por eso ella es vida y esperanza nuestra.

El desencuentro crónico que vivimos los argentinos es consecuencia de la falta de escucha, y esa cerrazón frente al otro, genera prejuicios, temores, defensas y ataques, que a veces rayan en lo ridículo. Al no escucharnos y ponernos en el lugar del otro para descubrir lo que hay de bueno en él, nos aleja y aísla, nos deja huérfanos de esos espacios de encuentro y de diálogo, donde crecer como una comunidad que se esfuerza por incluir a todos, por cuidar de los más débiles, de los que se marginan y a los que marginamos, de todos, sin excepción. En el Niño que la Virgen Madre sostiene en sus brazos estamos todos; en el rosario que envuelven sus manos está señalado el camino para encontrarnos, y juntos ir en misión a anunciar que es posible la paz y la amistad, que se puede ser justo y fraterno con todos.

Que nuestra Señora del Rosario, tierna Madre de Dios y Madre nuestra, nos enseñe a escuchar, discernir y misionar, cuide a nuestra patria, a nuestro pueblo, a sus autoridades, y a nuestra comunidad parroquial. Así sea.

†Andrés Stanovnik OFMCap

Arzobispo de Corrientes


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